Lugares embrujados de Japón: Aokigahara

A los pies del Monte Fuji, el bosque de Aokigahara permanece silencioso ante quienes se adentran en el. Llamado también bosque Jukai, “Mar de árboles “, sobrenombre que le va muy bien, si alguna vez logras admirar la inmensidad del bosque desde las alturas, te encontrarás con un mullido techo de arboles frondosos que impiden ver más allá.

Pero es tal vez “el bosque de los suicidios” el más conocido de sus nombres, aquel por el cual se hizo famosos.

Ubicado en la prefectura de Yamanashi a unos 100km de Tokio el bosque de Aokigahara es testigo único de los últimos momentos de vida de aquellos que no ven más futuro que su prematura muerte.

Japon es considerado uno de los países con mayor incidencia de suicidios, se ha convertido en la principal causa de muerte es este país, el constante estrés causado por la apresurada vida que los nipones llevan día a día, problemas financieros, familiares y personales, la necesidad de cumplir estándares de perfecccion exagerados, son el conjunto de causas que llevan a tantos al suicidio.

Se cree que uno de los motivos por los que el suicidio es tan común en Japón, de debe principalmente a dos motivos; primero, en este país el cristianismo no logró estar tan arraigado como en otras partes del mundo, sobretodo Occidente. Para la cualquiera de la religiones que parten del la doctrina cristiana, el suicidio es un acto imperdonable que automáticamente supone un castigo eterno en el infierno, podríamos entonces suponer que es esta creencia lo que detiene a las personas a realizar tal acción, ¿no?

El otro motivo está más apegado a la tradición propia del país y es que durante la antigüedad la práctica de Harakiri, “muerte honorable”, la cual era realizada por los samurái; un un tanto más tarde, los Kamikazes se consideraban una manera de asumir responsabilidad. No es por lo tanto, nada extraño que esas creencias permanezcan hasta el día de hoy.

SAMURAI REALIZANDO EL HARAKIRI

Sin embargo esto poco tiene que ver con que el lugar por ” excelencia” para llevar a cabo tan terrible acción sea este mar de arboles”.

Según algunos el origen de esta práctica se remonta al siglo XIX cuando, gracias a la extrema pobreza, la hambruna y las enfermedades, muchas familias optaban por el “Ubasute”. Este consistía en abandonar a los ancianos y enfermos de gravedad en lo profundo del bosque, esperando que murieran allí; tan solo imaginar que un familiar alguien de tu entera confianza te haga algo así, es indigerible.

El solo estar a la entrada del bosque ya es aterrador, una línea completa de carteles citan frases de apoyo y solidaridad se postran a la entrada del lugar, números de emergencia, etc. Todo con la esperanza de que los suicidas se arrepientan y no entren, pero esto pocas veces funciona…

Perderse en el bosque de los suicidios es muy fácil, si entras debes seguir sin errar siquiera un poco, los senderos marcados, ya que si cambias de ruta los suelos desiguales, llenos de cavernas subterráneas ocultas y la maraña de hojas y ramas, serán suficientes para hacerte perder el sentido de ubicación; estas pensando en hacer un llamada de auxilio, lo lamento pero será inútil, nada electrónico funciona allí, lo extensos llacimientos subterráneos de hierro que existen en el lugar lo impedirán, y, buscarte desde las alturas, será igualmente inútil, las tupidas copas de los árboles apenas dejan pasar los rayos solares hacia el suelo del bosque.

Otros tantos adjudican su “popularidad” al arte, si, en este caso la literatura. En los años 60 una novela de nombre “Kuroi Jukai” del escritor Seichõ Matsumoto fue publicada, narrando la historia de un apareja de enamorados que eligen como lugar de suicidio Aokigahara, de algún modo romantizando el lugar. Casi 30 años después en 1993 otro libro escrito por Watary Tsurumi, fue publicado, “El manual completo del suicidio”, menciona al bosque como el lugar perfecto para terminar con tu vida; hoy en día dicho libro está prohibido en Japón.

Muchos van allí a morir, muchos van con esa intención, y se arrepientan al último momento, pero eso no les asegura salir de ahí con vida.

Los locales suelen decir que en el bosque Aokigahara hay tres tipos de visitantes: los excursionistas que solo buscan disfrutar de una panorámica vista del Monte Fuji, aquellos que movidos por la curiosidad y el morbo de lo macabro se adentran en el terrorífico lugar y por último pero sin duda los más permanentes, las amas en pena, que atrapados en le bisque por la eternidad vagan y en ocasiones se hacen presentes para no ser olvidados jamás.

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